¿Qué pasaría si exploráramos la perspectiva verdaderamente desafiante de la masculinidad que se nutre no de la dominación, sino de la creatividad y del poder colosal de los hombres para transformarse a sí mismos y a los demás?
¿Y si dejamos de mirar a través del prisma de las tensiones, las acusaciones y las sospechas, abriendo en cambio el espectacular horizonte de los mitos y los arquetipos masculinos?
El concepto de arquetipo fue definido por primera vez por Carl Gustav Jung, el fundador de la psicología analítica. Se trata de energías esenciales presentes en cada uno de nosotros, que generan ciertos patrones de comportamiento que se relacionan con nuestra identidad humana profunda.
En las líneas que siguen encontrarás descripciones de algunos arquetipos, expresiones de la masculinidad plena y conscientemente asumida. ¿En cuáles te reconoces? ¿Y si tú, lector de estas líneas, eres una mujer, a los que amas, por los que te sientes atraída y tienes la intuición de que responde a una parte profunda de tu feminidad?
El camino hacia la realización de la masculinidad sagrada significa para el hombre el viaje arquetípico del héroe en el que expresa su don de explorador, siempre atraído por lo desconocido, que lo quiere cartografiar.
Porque el hombre no experimenta el misterio como tal, sino que se siente desafiado a desentrañarlo, a investigar la realidad y ordenarla en categorías.
Siempre en acción, su espíritu necesita la aventura en el mundo físico para percibir la amplitud del espíritu.
Su tendencia a conquistarlo todo, desde los territorios hasta el alma de la mujer, tiene su origen en la aspiración a investigar, experimentar, aclarar, y así conocer la verdad sobre el mundo, la vida y Dios.
El hombre da forma tallando, utiliza el cincel. Por eso debe tener precisión, concentración y vigor.
Por su propia estructura física, el hombre está destinado a salir siempre, a abrirse camino. Por su naturaleza no le corresponde abrirse, absorber, sino escalar.
Pero cuando se encarga de llegar a la cima en sus ascensos, el hombre se convierte en un héroe del espíritu, listo en cualquier momento para escalar la montaña interior con voluntad y coraje.
Ya ha comprendido que la verdadera transformación hacia la felicidad y el equilibrio sólo puede producirse mediante un esfuerzo continuo en la dirección más elevada, la que le lleva del "hacer" al "ser". Y el "ser" es el camino que, una vez alcanzado, se encuentra con Dios.
El hombre es también el rey que coloca las bases de un país. Por eso se valida a sus propios ojos y a los de las mujeres por su poder como creador, como fundador.
Debido a su estructura física y mental, actúa constantemente en el exterior. El hombre es un ordenador. Él hace el código de leyes. Coloca las estacas del perímetro.
Trabaja incansablemente para proporcionar los recursos necesarios para la vida de su familia, de su comunidad, de su reino. La generosidad y la serenidad son los rasgos que lo definen.
A través de sus nobles acciones y decisiones que siempre apuntan a la justicia, el hombre siente la necesidad de hacer un reino fuera de su mundo, pues así tiene la revelación de que el verdadero reino está más allá de este mundo.
Cuando alcanza la cima espiritual de esta hipóstasis, comprende que al gobernar sirve al reino eterno, y que las leyes que dicta sólo son beneficiosas si reflejan el perfecto y sabio orden divino.
Así, su propia vida comienza a reflejar la armonía universal. Sin huir del conflicto ni capitular ante las dificultades, actúa entonces como un hombre completo: con voluntad de acero y alma de poeta, con su razón de diamante y la ternura de su corazón.
En el amante arquetípico, el hombre necesita descubrir el código que descifra el misterio de lo femenino, para aprender a comunicarse con su alma y construir una relación con ella.
La energía de los amantes tiene que ver con la conexión y con el flujo de la vida. Se trata de sentir. No necesita explicar, sólo necesita sentir, piensa en Imágenes y símbolos, en sueños y visiones, no en palabras.
Con la energía del amante se trata de dejar libre a tu niño interior, de la espontaneidad, de la sensualidad.
Al tener la revelación de que la mujer es la despertadora de su alma, comprende que así como la ama y honra, así trata y ama su propia alma.
A partir de este momento, el hombre puede acceder fácilmente a los infinitos matices del amor de Dios identificándose con el estado de comunión que la mujer amada experimenta con el Supremo Absoluto.
Y de este modo se ve impelido a conocer la esencia suprema de la energía por la que Dios Padre mismo crea.
EL HOMBRE SUPERIOR ES UN MAGO
La sed de conocimiento es la forma en que el hombre se acerca a Dios, así se transforma a sí mismo al querer y actuar para transformar el mundo. Y el impacto que sus acciones tienen en el mundo se refleja en su crecimiento interior.
Siempre muestra el deseo, la voluntad y el poder de hacer cosas que importan, que las cuales beneficia muchos.
Así es como trabaja su camino hacia lo trascendente y también hacia lo más profundo de su ser, como un alquimista que trabaja con procesos externos para provocar una transformación interior.
Luchar por la excelencia, por ser el mejor, es un empeño masculino.
El hombre manifiesta el principio de la razón, el recto juicio y el discernimiento. Por eso, primero tiene que alcanzar la cima de la razón, para ir más allá de los límites del pensamiento.
Necesita agotar el ámbito de lo real para dar el salto a lo sutil, a la dimensión mística de su ser. La fascinación por el aprendizaje continuo le ayuda a adquirir gradualmente una inteligencia llena de sabiduría.
Su camino hacia el poder arquetípico masculino comienza con la lucidez. La lucidez brilla por encima de la inteligencia. Porque pertenece al reino del espíritu.
Ver la diferencia entre lo verdadero y lo falso, entre lo que es valioso y lo que no lo es, y basar siempre tus decisiones en una inspiración brillante, eso es lo que significa ser un hombre consciente.